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lunes, 20 de enero de 2014

CURANDERO PULSADOR

PULSADOR
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO


 PULSADOR. Thomas (1974: 105-106), comenta que entre los curanderos soques de Rayón, Chiapas antes de aplicar hierbas y sahumar al paciente, toman el pulso del paciente, momento en que el curandero se dirige a la sangre que contesta dando el diagnóstico. Oraciones en idioma soque, pronunciadas en voz baja y muy rápidamente, van marcando la ceremonia de toma del pulso.
     Ruz (2000) comenta que el pitachik´ tojolobal de Chiapas palpa las arterias de la muñeca, el brazo, la frente o el hueco poplíteo para develar su mensaje. La sangre le le dará su mensaje social. Dirá a la yema de sus dedos expertos sobre sus temores personales, las desavenencias conyugales, el rencor de los vecinos o el enojo de Dios, los santos o los señores del mundo por el incumplimiento de rituales. El curandero tzeltal de Amatenango  –al igual que su colega tojolabal- diagnosticará tomando el pulso, y así podrá sacar el mal, llamar al alma y medicinar los cuerpos y las casas. Porque el sitio donde habitan los hombres también posee un espirítu y éste interacciona con los de sus moradores.
     Lombardo (1944: 7, 60-61), refiere que entre los tzeltales el pulseador después de leer en los latidos de la sangre la causa de la enfermedad y el nombre del brujo que la “echó”, va a buscar a éste para decirle que le quite la enfermedad al paciente. Si el brujo se niega a hacerlo, puede ser llevado hasta la cabecera municipal, en donde, otros brujos, después de pegarle, lo exhiben en el Cabildo y para que la gente  lo vea y se avergüence les dicen: “Vean este brujo, hizo daños, es come gente (asesino), no tiene vergüenza…”. Algunas veces cuando el brujo no quiere quitar la “echada”, los “familiares” del enfermo, se enfurecen tanto que matan al brujo.  Para terminar el tratamiento, el enfermo debe soportar una docena de chicotazos para que no vuelva a incurrir en la falta que provocó la “echada” de la enfermedad.
     Cuando atienden a parturientas porque el niño no nace pronto, por la creencia de que algún brujo “le ha echado la enfermedad”. El pulseador toma las manos de la mujer y comienza a rezarles soplándoles la cara “para que se pueda salvar”. El soplido es con el objeto de que el nagual del brujo que les esté “echando enfermedad” e impidiendo “que el niño salga”, huya y se salve la mujer.


     Tomado de mi libro: Los Tuxtlas, nombres geográficos pipil, náhuatl, taíno y popoluca.

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