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domingo, 14 de diciembre de 2014

OMETÉOTL Y EL OMEYOCAN Antonio Fco. Rguez. A.

OMETEÓTL Y EL OMEYOCAN
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO

Ometéotl. Era la deidad suprema y el principio fundamental de todo lo que existe. Era la divinidad creadora de la vida, el cielo y la tierra. Era dual: Ometecuhtli era su parte masculina y Omecíhuatl la femenina. También recibía el nombre de Tloque Nahuaque, “dueño del junto y del cerca”. No intervenía directamente en los asuntos humanos, los cuales delegaba principalmente en sus manifestaciones  Ometecuhtli y Omecíhuatl, los que a su vez en sus advocaciones de Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl se encargaron de crear a los demás dioses. Principalmente a los cuatro Tezcatlipocas, dioses que tuvieron una parte activa en la creación: Tezcatlipoca azul o Huitzilopochtli; Tezcatlipoca rojo o Camaxtle; Tezcatlipoca negro o Tezcatlipoca y Tezcatlipoca blanco o Quetzalcóatl.

     A Camaxtle se conoce además como Tlatlauhqui Tezcatlipoca. Era el dios principal de Tlaxcala y de Huexotzinco.
      Tezcatlipoca negro o Yayauhqui Tezcatlipoca, era el principal de sus hermanos, estaba en todo lugar, sabía todos los pensamientos, conocía los corazones. 
     A Huitzilopochtli se le conoce además con los nombres de Omiteotl e Inaquiscoatl, que nació sin carnes o con solo los huesos en forma de esqueleto.




     Omecihuatl. De ome, dos + cihuatl, mujer: Señora-dos o de la dualidad. Representa la forma femenina de la divinidad. Es la personificación del principio femenino y en la abstracción de los sabios, la faz pasiva de la realidad. Llamada también Tonacacihuatl (“Señora de nuestra carne, de nuestro sustento”). Es la comparte de Ometecuhtli o Tonacatecuhtli.

     Ometecuhtli. De ome, dos + tecutli, señor: Señor-dos o de la dualidad. Llamado también Ometéotl o Tonacatecuhtli (“Señor de nuestra carne, de nuestro sustento”). Dios Creador de los Cielos, su consorte era Omecihuatl, y moraban en Omeyocan. Allí crearon los cielos sacándolos de la oscura nada, para que sirvieran de morada a los dioses y a otros seres encargados de alumbrar al mundo y de darle la vida.

Los cielos creados fueron doce:

1.  Omeyocan, cielo lugar de la dualidad, esto es, morada de Ometecuhtli y de Omecihuatl, su mujer.

2.  Teotlatlauhco, en (donde está) el dios rojo, esto es, el dios del fuego.

3.  Teocozauhco, en (donde está) el dios amarillo, el sol.

4.  Teoiztac, en (donde está) el dios blanco, la estrella vespertina.

      Los cuatro cielos anteriores formaban el Teteocan, lugar de los dioses. Siguen los cielos inferiores, los que están a la vista del hombre.

5.  Itzapannanazcayan, cielo de las tempestades, donde mora el dios de los muertos y en que vive la luna.

6.  Ilhuicatl xoxouhco, el cielo azul que se ve de día.

7.  Ilhuicatl yayauhco, el cielo negro de la noche.

8.  Ilhuicatl mamaloaco, el cielo en que se ven los cometas.

9.  Ilhuicatl huitztlan, el cielo en que se ve la estrella de la tarde.

10. Ilhuicatl tonatiuh, el cielo en que se ve el sol.

11. Ilhuicatl tetlaliloc, el espacio, o Citlalco, el cielo en que se ven las estrellas.

12. Ilhuicatl Tlalocan Metztli, el cielo en que se ve la luna y en el cual están las nubes y el aire.

En el poema “Los Cuatro Soles”, se describe la creación de los cielos, en los versos siguientes:
I.
El Gran Ometecuhtli, en Omeyocan,
Morada de placer y de riquezas,
Con Omecihuatl, su inmortal consorte,
Formó los cielos de la oscura nada,
Para que moren los infinitos seres
Que al mundo habrán de dar luz y la vida.
Teotlatlauhco, mansión del dios del fuego,
Cielo esplendente de rojiza lumbre,
Salió el primero de la mente increada
Para alumbrar el anchuroso espacio:
El Teocozauhco, el amarillo fuego,
El cielo donde el sol su luz difunde
Con que ilumina espléndida la esfera,
Ardoroso surgió del arco empíreo:
Véspero su mansión tiene en Teoiztac,
Do blanca luz difunde rutilante:
Estos tres cielos forman el Teteocan.

II.
Regiones inferiores que se llaman
Cielos también, salieron de su seno
Cuando el Teteocan hubo terminado.
Itzapan Nanazcayan, la terrible
Morada de los muertos, donde el cetro
Mictlantecuhtli empuña majestuoso,
Es la postrer mansión de los humanos;
Allí mora la luna, y a los muertos
Melancólica fase los alumbra;
Es la región do piedras de obsidiana
Con gran rumor sobre las aguas crujen
Y rechinan y truenan y se empujan
Y forman tempestades pavorosas:
Y sigue otra región, Xoxouhco claro,
Ese es el cielo azul que todos vemos
Mientras el sol alumbra esplendoroso:
Viene después el cielo de la noche,
Yayauhco triste, de tiniebla densa:
El cielo que se hiende o se taladra,
Mamaloaco sin fin, del firmamento
Ocupa alta región, y las estrellas
Errantes, vagarosas, o veloces
Lo cruzan por doquier, siempre brillando;
Los funestos cometas se divisan
En ese espacio de terrores lleno,
Taladrando con cauda refulgente,
O crínitos, abismos insondables:
La estrella “tira saeta”, Citlalmina,
A menudo el pavor más grande infunde:
El ardiente Huitztlan, el Mediodía,
Entre celajes de esmeralda y oro,
A Quetzalcóatl, el de plumero verde,
Transparente mansión siempre prepara:
Cabe la estrella vespertina alumbra
Hermoso Tonatiuh, con rayos de oro,
Claridad y calor siempre vertiendo:
Y abajo el Tetlaliloc, el “espacio”,
Do las estrellas sin cesar fulguran,
Citlalco luminoso y coruscante;
De allí las aguas en menuda lluvia
Se precipitan al Tlalocan Metztli,
Donde se cuajan en espesas nubes
Que bajan a regar la tierra ardiente;
Desde aquella región los vientos soplan,
Y, o bien desciende cefirillo suave,
O el violento huracán que todo arranca;
Y en medio de los vientos y las nubes

Plácida luna los espacios hiende.


Tomado del Minidiccionario Enciclopédico Náhuatl 2003, inédito, de mi autoría;  del Diccionario de Mitología y Religión de Mesoamérica de Yolotl González Torres. Primera edición 1999. Editorial LAROUSSE; del Diccionario de Mitología Nahoa de Cecilio A. Robelo, Segunda edición 2001, Biblioteca PORRÚA de Historia, y de Historia General de las Cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún. Décima edición 1999. Editorial Porrúa, S. A. de C. V. México. 



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