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jueves, 23 de julio de 2015

LA REINA DEL CARNAVAL Antonio Fco. Rguez. A.

LA REINA DEL CARNAVAL
ANTONIO FCO. RODRÍGUEZ ALVARADO

Foto de Internet

Esa mañana caminaba sobre la calle Ocampo en el puerto de Veracruz, terminaba de pasar enfrente del Café “La Merced” cuando noté que una joven dentro de un auto Maverick color amarillo arreglaba el espejo  lateral para observarme a través de él, pasé al lado de ella y me miró de una manera especial, me emocionó el sentirme admirado por esos bellos ojos, me paré unos diez pasos adelante, fingiendo cruzar la calle, como "tardé” en mi intento, ella salió del auto y dirigiéndose a mí me preguntó:     -¿Te puedo ayudar  en algo? ¿Qué buscas? Sonriendo y  mirándola a los ojos le respondí: ¡A ti! Mi respuesta provocó que ella se ruborizara, y yo por ende me sentí apenado de su rubor. ¡Disculpa, eres tan bella que no pude evitarlo! ¡Perdóname! Ella recuperándose de su sorpresa me contestó: ¡No, perdóname tú a mí! ¿Haz de pensar que soy una tonta… y tienes razón? Nos quedamos viendo a los ojos, nos sonreímos y a la par soltamos una carcajada. ¡Ya éramos amigos! Nos pusimos a platicar sobre nosotros, entre tantas cosas,  le dije que estudiaba el tercer año de medicina; me agradó sentir el interés que ella mostraba a mis comentarios. Yo le di mi nombre y ella al darme el suyo titubeó, intuí el engaño, más no quise darle importancia, en el fondo no me interesaba su nombre, sino ella. Empero, le vi en el  cuello un bonito collar de oro que lo traía grabado.



Maverick amarillo

  Me refirió estar esperando a una amiga, la cual momentos después, salió de un negocio que estaba al lado de  nosotros. Ésta al vernos juntos sonrío. Me presentó con ella. Antes de despedirse, me preguntó si podía ir a buscarme esa misma tarde a la Facultad de Medicina, le dije que sí, que me agradaría volver a verla.

     Esa tarde al salir de mis clases, me dirigí a la entrada de la Facultad, y ahí estaban ellas dos dentro del auto.

     Antes de alcanzarlas, tuve que soportar las bromas que algunos amigos me decían al darse cuenta que era a mí a quien ellas esperaban. Hice como que los ignoraba.

     Llegué con ellas y nos saludamos con un ¡hola! y una sonrisa. Me invitaron a dar un paseo, subí al auto, y nos dirigimos rumbo al malecón. ¿Te gustan los bísquets? Me preguntó mi “amiga del collar”. Dije que sí, aunque no fuera cierto. Nos metimos a comprarlos en una panadería que se encontraba en una esquina del Hotel Emporio, y de ahí nos los fuimos a comer al bulevar, mientras escuchábamos, dentro del auto, la estación de radio “La Pantera”, la plática versó sobre los grupos y cantantes de rock, y de  nuestras canciones favoritas, terminamos cantando algunas canciones de la radio.


Hotel Emporio

     Casi oscurecía, cuando me dijo ella: -¡Te vamos a llevar a tu casa! ¿Quieres..? ¡Sí! Contesté. No pude negarme. En el trayecto me dijeron que les había agradado que estuviéramos juntos. Qué si quería que nos juntáramos nuevamente, les dije que sí. Al llegar a la casa, en Carmen Serdán, las dos bajaron del auto y nos despedimos  con un beso en la mejilla y un abrazo.

     Esa noche, no pude pensar en mi bella amiga, tenía mucho que estudiar.

     A la mañana siguiente, en lo que esperaba mi desayuno me puse a hojear  el periódico “El Dictamen” y pude reconocer en unas fotos de sociales a mi amiga, era ella la Reina del Carnaval. Entonces entendí el por qué me había ocultado su verdadero nombre. ¡Pensé tantas cosas, más nunca, la culpé de nada!

     ¡Ella me gustaba, ella me agradaba,  pero nada más..!

     Y esa misma mañana, ya en la Facultad, siguieron las felicitaciones y las bromas de mis amigos, que sí la habían reconocido.


Facultad de Medicina


     Me dio gusto volver a encontrarlas, tres a cuatro días después, afuera de la Facultad,  me subí al coche con ellas, y esta vez pasamos a dejar a su amiga al Instituto Franklin para sus clases de idiomas. Me dijo que se le antojaba nuevamente ir por bísquets y de ahí pasar otro momento como el anterior. Ya solos, me agradó más, la vi más bella, todo en ella era  realmente encantador…  su plática,   su sonrisa y el brillo de sus ojos.

     Pero algo pasaba en mí, que me impedía dar un paso adelante en esta relación. Ella, repito, era muy guapa, muy simpática, muy noble. No podía encontrar hasta ese momento mejor amiga que ella. Sentía que la engañaría si la buscaba como novia. Y entonces, la perdería para siempre.


Veracruz. Imagen de Internet

     Opté por explicarle a ella, que la quería y la admiraba como amiga, que me inspiraba mucho respeto y cariño. Que yo no deseaba lastimar sus sentimientos. Entre más le explicaba, me sentía cruel. ¿Quién era yo para estrujar tan delicada y hermosa flor?

     Me dolió ver que su sonrisa se entristecía y que sus ojos se opacaron con el llanto.  Fue entonces que me dijo: ¡Gracias, acabas de demostrarme que eres un gran amigo, pero yo sigo siendo una tonta! Se acercó más a mí y me dio un beso, mojado en lágrimas, en la boca. Y acabó diciéndome: ¡Nunca me olvides, quiero que seamos amigos… para siempre!

     Nos quedamos callados, en la radio se escuchaba  una reciente canción de  Elton John: 'Sorry seems to be the hardest word' ("Lo siento parece ser la palabra más difícil"). 


     Nunca más volvimos a vernos. Me habló dos a tres veces por teléfono, la última vez para decirme que iba a casarse. ¡Me sentí feliz por mí amiga, y por el afortunado que iba a compartir su vida con ella... para siempre!



Tercer año de medicina




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