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domingo, 24 de enero de 2016

EL MISTERIO DE LA MUERTE Isaac Wislicki Grunstein

EL MISTERIO DE LA MUERTE
Isaac Wislicki Grunstein

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La muerte, es una de las entidades que conviven con nosotros de manera tan cotidiana que generalmente no reparamos en su presencia. Esto sin dejar de percibir las diversas formas en que es representada: poesía, canto, literatura, en las religiones, entre otras maneras.

     Esto viene colación, porque asistí al velorio de un amigo con el que estuve platicando en su casa, recordando cosas de nuestra muy lejana juventud en la Universidad Militar Latino Americana. Sentado en un cómodo sillón dialogaba entretenido con mi interlocutor cuando repentinamente interrumpió su charla, se me quedó mirando sin ver, su piel se tornó pálida y después lívida y me percaté que acompañé a mi viejo camarada en su último segundo en este mundo.

     Naturalmente el impacto fue mayúsculo por lo repentino e inesperado y sin oportunidad alguna de hacer algo para regresarlo a la vida.

     Han pasado los días y las semanas sin poder evitar  pensar, discernir, reflexionar sobre este insólito hecho al que me tuve que enfrentar.

     La muerte es lo contrario de la vida, esta es luz, risa, alegría, movimiento, charla, amor, pasión, esfuerzo, toda una gran sinergia en torno de un individuo, que despliega una gran actividad en tanto cuenta con vida, actividad que se lleva a cabo en un espacio físico en el que interactúa con su cuerpo material; la muerte es lo contrario, es el lado oscuro, la noche, tristeza, melancolía, fin del cuerpo físico, su presencia es etérea, la muerte generalmente representa el fin de un ciclo de actividades.





     




                                      Pero ¿cómo sabemos que efectivamente la muerte es todo lo anterior?, nuestras creencias influidas por la experiencia, por historias y leyendas nos llevan a tener esta opinión; sin embargo, qué datos objetivos tenemos para demostrar que la muerte es la parte oscura de la vida.

     Qué nos inspira para pensar de la forma descrita.  Es cierto que La muerte es la otra cara de la  moneda, que se ciñe sobre todo aquello que tenga vida, no sólo en los seres humanos, también en los animales, las plantas, las células y otras especies vivas que debido a esta condición fenecen, y sí, efectivamente con ella se cumple un circulo, nacimiento, vida y muerte.

     Luego entonces la muerte está condicionada por la vida, aquella es consustancial a esta, lo irónico es que la muerte debe su existencia a la vida. De lo que podemos resaltar como una primera conclusión: la muerte, reina sobre la vida en tanto esta es vida, no existe muerte donde no hay vida.

     Me cuestiono si podríamos deducir lo siguiente: donde hay muerte no existe vida.

     Si  mantenemos el principio que la muerte es la culminación del trayecto del ser humano en su cuerpo físico en una línea del tiempo, la conclusión es que no puede existir vida después de la muerte.

     Sin embargo, creo que podríamos cuestionarnos  ¿Y la muerte no es el inicio de un nuevo ciclo?  En el universo, todo fluye, circula, nada se desperdicia, estamos de acuerdo que la muerte cierra un círculo, pero con esta ¿Qué nuevo circulo se abre? Esa es otra línea del tiempo que se contabiliza a partir de un deceso, sólo que este nuevo ciclo no hemos sido capaces de evidenciarlo, de registrarlo y tampoco sabemos a ciencia cierta cómo este nuevo circulo se desarrolla, no sabemos qué apariencia adopta la persona muerta, es obvio que esta no conserva los rasgos físicos que formaron su persona y sus actitudes que conformaban su personalidad, no tenemos idea del camino que recorre, hacia donde lo recorre, no sabemos, ni entendemos que la muerte puede ser un mundo paralelo a la vida, así como el día perece con el ocaso y da paso a su lado oscuro (la noche) en el día existe toda una serie de actividades, por el hecho de que el día fallece y surge su lado oscuro no significa que no exista actividad, la cual por cierto si podemos evidenciar, pero en el caso de la muerte, aún no hemos podido asomarnos a esa ventana, no sabemos exactamente qué es lo ocurre, que es lo que sucede.


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     Hay quienes opinan que no existe nada después de la vida, y que esta termina con la muerte, pero entonces diríamos que la muerte significa la nada y de esta nada surge, lo cual desde nuestro punto de vista no completamente cierto, diríamos entonces que de la nada surge la antimateria, lo cierto es que de la nada surgió la vida, y si al comienzo existía la nada, en qué consistía esta, quien y como se creó la nada, finalmente el ser humano se ha dedicado exclusivamente a estudiar a la vida en sus múltiples formas y poco o nada se ha detenido a estudiar a su lado escuro, ¡la   muerte!



Semblanza:

Nació el 7 de septiembre de  1937 en la ciudad industrial de Lodz, Polonia. Fallece el 23 de agosto del 2013, en Veracruz, Ver.

1950-55 estudio la secundaria y el bachillerato en la Universidad Militar Latino Americana, obteniendo el grado de subteniente.

1956-61 estudia medicina en la UNAM.

1962 realiza la residencia para la especialidad de oncología en el ISSSTE.

1971  Director del ISSSTE de Acapulco, Guerrero.

1973 Jefe de Investigación del Hospital Regional en el puerto de Veracruz.

1974 Director del Hospital Regional de Veracruz.

1975 Catedrático de la Facultad de Medicina de la UV.

1984 Jefe de Enseñanza e Investigación del ISSSTE.

                       Creador del Instituto Veracruzano de la Calidad y del Consejo Estatal de la Calidad.

                 
       Creador del premio “Octubre mes de la calidad”.

                                              Ganador de la Medalla al  Mérito.

                Durante más de 15 años, fue parte fundamental del consejo de calidad en el periódico Sur, hoy IMAGEN.

                                Integrante y fundador del Consejo Asesor Editorial de IMAGEN de Veracruz.

                Historiador y comentador de libros.

2005 o 2006 Presidente Fundador del Grupo Cultural Baluarte y posteriormente 2009 o 2010 del Grupo Cultural Fénix, ambos en el puerto de Veracruz.


2013 es reconocido por el Rito Nacional Mexicano como “Venerable Maestro”.





sábado, 23 de enero de 2016

FLIRT Antonio Fco. Rguez. A.

FLIRT
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

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Esa noche estaba yo parado en una esquina cerca de tu casa, cuando tú te apareciste a lo lejos y, entonces decidí esperarte hasta verte junto a mí. Llegaste sonriendo, saludando con un cariñoso ¡Hola! ¿Cómo estás? Estabas radiante, nunca había visto tanto brillo en tu mirada, me gustaste como nunca. Dejé de verte como una simple amiga. Me envolvió el torbellino de tu mirada, de tu sonrisa, ver como movías los labios al hablar, como modulabas cada palabra, cada frase, cada oración. En ese instante sentí que me mostraste parte de tu alma y sentí como ella  se enlazaba con la mía. En ese preciso momento, dejamos de ser amigos. Te di un beso y te abrace, y así llegamos a la puerta de tu casa, y tú, toda sonrojada te metiste corriendo despidiéndote con un ¡Adiós! y antes de perderte de vista volteaste para decirme: ¿Te veré mañana…?




LA CHAYCAN Y EL NIDO Antonio Fco. Rguez A.

LA CHAYCAN Y EL NIDO
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado



Esa tarde al salir a tomar una taza de café en la terraza de la clínica me percaté  que una chaycan (serpiente verde) ascendía desplazándose sigilosamente por el árbol de “Despeinada o Mechuda” (pata de elefante) rumbo a un nido de aves, pero fue avizorada por la madre que regresaba al nido y que inmediatamente empezó a llamar en busca de ayuda, acudiendo rápidamente decenas de aves las cuales se posaron en los cables de luz cercanos al árbol. El fuerte trinerio y aletear de las aves puso nerviosa a la víbora la cual se quedó momentáneamente intacta y, siguió atrayendo a más aves que se acomodaban en los cables. De momento, las dos aves  más grandes del grupo volaron en círculos alrededor del árbol poniendo más nerviosa a la víbora la cual hacía el intento de atraparlas al vuelo y, una tercera ave empezó a picotearla en el cuerpo y la culebra al verse en desventaja optó por dejarse caer al suelo, y escurrirse bajo la hojarasca, hasta  desaparecer dentro de un hoyo del mismo.

     Árbol de Despeinada o Pata de Elefante. Beaucarnea pliabilis (Baker) Rose.




jueves, 14 de enero de 2016

CALACO GALLARETO Jorge Caretta Salas

“CALACO GALLARETO”
UN   PERSONAJE   MUY  SINGULAR
Jorge Caretta Salas  

Nací en el seno de una familia tradicional, más bien, lo que los sociólogos llaman: familia nuclear: Al principio sólo éramos dos hijos, posteriormente, tras varios años de intentos por parte de mis padres en conseguir “la mujercita”, fuimos siete hermanos en total.

     Todos éramos varones con características propias y en lo único que nos parecíamos era en el apellido, deformado en ocasiones por la eterna costumbre de los amigos-enemigos en querer ridiculizar a los demás, a costa de, en contraposición, poder recibir “una madriza”  pues en vez de mi verdadero apellido, lo cambiaban por el de  “máscara” y  decían, justificándose, que era lo mismo pero que a nosotros no nos gustaba que nos dijeran así porque lo considerábamos un insulto.

     Mi hermano menor nació cuando mi familia vivía en Irapuato, por lo tanto, en vez de ser un Jarocho, era un “Fresero. Yo ya me había casado, ejercía mi profesión y debo recordar que aún no tenía mis hijos, excepto el mayor que ya estaba en gestación avanzada. 

     Cómo un dato chusco, mis papas decidieron, en un viaje de vacaciones; que nos veríamos en México para que Yo no me fuera manejando mi automóvil hasta el Bajío. Mi esposa estaba embarazada del mayor de mis hijos y a la vez, mi mama estaba también gestando a mi hermano. Lo chusco es que las dos (mi mamá y mi esposa) se encontraron y se abrazaron, lo que no tiene nada de particular ni de raro: (las personas que se quieren, se abrazan) pero nos dio risa a los que presenciamos el abrazo  porque a “las panzonas”  no les alcanzaban los brazos para el abrazo por lo voluminoso de sus vientres.

      Ambas, que se llevaban muy bien, estaban felices, aunque mi mamá se le veía cómo que le daba vergüenza que la viera embarazada, a tan grande edad. Mi hermano nació 3 meses después de que nació mi hijo mayor, por lo que el sobrino era de más edad que el tío. Eso no fue obstáculo para que las relaciones personales tío y sobrino fueran muy buenas Los dos se llevaban  muy bien, salvo que la precoz inteligencia del tío ponía en apuros a todos. Andrés, que así se llamaba mi hermano, era muy  inteligente para la escuela y ducho en deportes, sobre todos en ajedrez y juegos de salón.

     Su cuerpo esmirriado, flaco, huesudo, al parecer lo hacía vulnerable a los demás niños de su edad cronológica pero su edad-inteligencia era de sobra mayor, lo que lo ponía en aprietos con sus compañeros de salón, pues cómo todos sabemos; en la vida estudiantil, la constante es que, los más inteligentes sean los más odiados  y aquí debo admitir  que la cacareada palabra de Bullyng en la actualidad, no es una actividad negativa de ahora sino que es una perniciosa costumbre que posiblemente tenga siglos de ser practicada.

     En lo personal a mí me tocó sufrirla cuando era niño y conste, que no había televisión que aportara la noticia de la existencia de ésa malandrez.

     La convivencia de mi hermano con mis hijos fue magnífica.  Se llevaban muy bien a pesar de que por el parentesco consanguíneo podría suponerse lo contrario. Se citaban, generalmente los fines de semanas en la casa de mis padres y para ellos era el inicio de una imaginada aventura pues siempre, por la fantasía de Andrés, inventaba viajes a la estratósfera, luchas con animales prehistóricos y navegación cibernética que siendo niños, hacían que siempre, los héroes de ésas aventuras fueran ellos.

     Pasaban juntos el fin de semana, dormían viernes y sábados en un cuarto incómodo pero a ellos poco les importaba la dureza del piso en que dormían, el ataque inmisericorde de los moscos, el calor y los injustificados regaños de mi hermano, sobre todo cuando llegaba a casa después de haberse tomado algunas cervezas de más.

     Yo dejaba que mis hijos fueran con Andrés porque el trato era respetuoso, casi de hermanos más que de tío con los sobrinos. Además de que estaban bajo la vigilancia de mi mamá quién normalmente  era la encargada de llenar las hambrientas barrigas con lo mejor de su arte culinario y por otra parte, -mi papá- que por ser una persona muy culta y respetuosa, los “embobaba” con su charlas amenas y pintorescas aunque sospecho que algunas eran tan fantasiosas cómo las que Andrés inventaba.

     Andrés, mientras era un niño, por ser el “benjamín” en la familia, creció con el apoyo de mis padres, sobre todo, por ser como todo mundo decía “la última carcajada de la cumbancha” y hasta cierto punto, era un niño “chiqueado” pues la disciplina casi castrense que mi papá nos impuso a los hijos mayores, con él nunca surtió efecto.

     Creo que, “se le echó a perder” en lo relativo a sus caprichos (No quería comer más que lo que le apetecía, a ciencia y paciencia de mis papás).  Las reglas de urbanidad para él siempre fueron letra muerta pues cuando se le instaba a cumplir cuando menos con el saludo a las visitas, respondía: -¡Para qué!-  Esta negativa propensión a querer hacer lo que creía era lo mejor, (para su criterio) incrementaba sus razonamientos ilógicos y que en ocasiones rayaban en locuras o fantasías, contraviniendo el status en que los demás hermanos habíamos soportado al crecer.

     Para su fortuna, no fue un problema en la primaria pero, ya en la Secundaria y en la Preparatoria, “Ya fue otro cantar”, de lo cual se iba a arrepentir después,   -¡Eso estoy seguro! -Sinsabores todo el tiempo para él y vergüenza y preocupación para mis padres porque era un rufiancete que se hacía acompañar con un compañero de andanzas y fechorías, su antítesis de cuerpo, otro rufián de muy mal comportamiento en los estudios y en las costumbres, pero éste, cuando  menos,  tenía un corpachón que no sólo daba miedo sino que impresionaba por su ferocidad cuando peleaba y así, juntos, les decían: “el dúo dinámico” como si fueran luchadores aunque legalmente luchaban para ser luchadores contra el bien y las buenas costumbres.

     Expulsados tanto de Preparatorias oficiales y particulares por su pésimo comportamiento en las mismas, no los admitían en las aulas por “nada del mundo” y la fama del famosísimo “Dúo dinámico” se hizo creciente, al grado que juntos eran capaces de organizar paros estudiantiles en las Preparatorias o en las Academias, para vergüenza de mi papá que era el prototipo de gente seria y responsable y un profesor de varias generaciones, entre ellas, de  los maestros en el tiempo en que mi hermano era estudiante.

     A grandes rasgos pinto la evolución de éste personaje tan singular que era mi hermano._ Podría abundar pero,   -¿Para qué?-.

     No me creerían que hasta sus propios maestros que eran mis compañeros de café me decían: -¿De verdad el tal flaco Andresito es su hermano? -¡No lo creo!-            ¡Es diametralmente opuesto a usted, doctor!

     Así caminó por la escuela secundaria (en varias porque era corrido siempre por su indisciplina).  Su aprovechamiento educacional cuando era puesto a prueba, era muy bueno. Tenía la ventaja de tener lo que llaman un I.Q muy alto, sobrepasaba a sus demás compañeros, con rasgos inconstantes de genialidad pero, lamentablemente, sus erráticas actitudes en disciplina ahogaban todo el buen currículum que tenía “en activo”. 

     Terminó sin premios ni honores la Secundaria, con gran beneplácito de sus maestros, no por el aprovechamiento escolar si no porque así,  -¡Al fin!-, se deshacían de su perniciosa presencia. Creo que hasta una fiesta hubieran organizado al saber que terminaba sus materias y mucho me temo que se han de haber reunido para ponerse de acuerdo en aprobarlo, aunque fuera con 6 de calificación; con tal de que desapareciera de sus presencias.

      Lógicamente que el problema fue encontrarle acomodo en la Preparatoria: En la Oficial ni soñarlo, no hubo más que una determinación: -¡Jamás lo incluirían en la lista!-  En las privadas, ni aunque pagara triple inscripción y triple pago de mensualidad lo quisieron. Lo tenían catalogado y creo a mi entender,  tenían razón, que era como un agente subversivo, golpeador de estudiantes, organizador de huelgas y el prototipo ideal como Líder estudiante del partido oficial, los de la izquierda y la derecha juntos. - En fin, un verdadero peligro. 

     Mi papá, con buenas relaciones sociales, sindicales y prestigio de ser un hombre honrado, respetuoso y honesto, Gran Maestro de la Logia masónica, tuvo que poner “su cara de baqueta” y pedir “frías” hasta con sus enemigos políticos, casi humillarse, para conseguir una plaza en la Preparatoria pero, solo con la mención de su nombre  y apodo, le cerraban las puertas porque con solo oír "Calaco Gallaretto" se daban cuenta la clase de ” fichita” que iban a lidiar y todos le  temían el  “echarse ese alacrán al cuello”.


     Pero llegó  a la edad en que tiene que ser llamado por el ejército para su adiestramiento militar y cuál no sería la sorpresa de todos, incluidos familiares y amigos, que el joven Calaco Gallaretto optó por la opción más pesada, la de incorporarse al servicio activo como soldado de Infantería con contrato de 2 años pues, al preguntarle la razón de su decisión, respondió muy campechanamente:

     -¿Qué puedo aprender de artes marciales, de manejo de armas, de técnica de guerrillas en unas horas del sábado cuando los “conscriptos” van a entrenarse?  -¡Nada!-  Es más, como está la corrupción a todos los niveles, incluso en la milicia, puedo faltar los sábados que se me antoje, eso sí, pagando al subteniente que dirige al batallón los cien pesos que exige o bien, para tener la cartilla militar bien requisitada, pagando en una sola exhibición seiscientos pesos, sin haber nunca cargado en mi vida, “un mosquetón”.

      -Además-, al tener contrato con la milicia, me van a acuartelar cómo “Sorche”, con salario, seguro de vida, ropa, alojamiento, comida y diversiones a costa del erario público._ Lo único malo es que tengo que llevar vida de soldado, vivir y actuar como soldado y soportar a éstos mariguanos, sobre todo, a los jefes que se creen que los parió la virgen. –Además-, conoceré otras tierras. Otros horizontes tendré que explorar y dado que no soy “de lento aprendizaje”, pronto aprenderé los vericuetos de las  artes marciales, “muy a la mexicana” y no les extrañe que el famoso Calaco Gallaretto sea miembro selecto del Estado Mayor e menos de lo que canta un gallo.
     De nada sirvieron las lágrimas de mi mamá ni las súplicas de mi papá de que reconsiderara su decisión. 

     Le dijo a mi papá: -­­¡Jefe!- Ni aunque arrodille usted ni aunque mi mamá inunde todo Tuxpan con sus lágrimas, me harán retroceder en mi decisión. Además, ya firmé el contrato y con el Ejército no se juega. Si ustedes me quieren ver, tendrán que ir hasta el destacamento de la zona militar en Jalapa que es donde  me van a acuartelar.

     Mis pobres padres sufrieron mucho con su partida. Era el benjamín de la familia.


     Nunca lo pudieron visitar porque, dado su inteligencia, lo consideraron un diamante en bruto y lo ascendieron en menos de un mes a cabo y obtuvo una beca para ser entrenado en Guatemala en un campamento de élite, con los famosos Kaibiles.

     Digo que mis padres nunca lo visitaron porque no regresó del campamento. Desapareció en la selva de Chiapas.  Nunca encontraron su cuerpo.


Doctor. Jorge Caretta Salas  

Agosto  del Dos Mil trece


miércoles, 13 de enero de 2016

EL MÉDICO CARICATO Antonio Fco. Rguez. A.

EL MÉDICO CARICATO
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado



Él payaso tenía ya varios meses de presentarse todas las mañanas en ese crucero de la avenida Araucarias, muy cerca de los kinder y las escuelas primarias. En cada vehículo que miraba niños, iba y les dirigía una dulce mirada acompañada de señas y gestos para animarlos a su entrada a clases. A cambio, recibía de ellos una sonrisa, un ¡Gracias!, un ¡Waoo! o un ¡Te quiero…! Y no sólo los niños lo miraban con agrado y afecto, sino también los padres que se sentían agradecidos por hacerles menos latosa la dejada de sus hijos en la escuela.

     Carmen, era de esas madres agradecidas con el gracioso personaje, pues debido a él, ya no tenía problemas por llevar a clases a la pequeña Susy, la cual iba gustosa por verlo todas esas mañanas, e incluso no dejaba de nombrarlo y hasta  hacia dibujos de él, de su “caricato”, como lo nombraba la madre.

     Y no sólo los pequeñines y los padres de familia hablaban de él, sino también los maestros, reconociéndole el gran apoyo para ya no lidiar o soportar tantos berrinches a la entrada a clases.

     Uno de esos días la pequeña Susy enfermó de varicela, Carmen preocupada  la llevó con el médico más cercano, él cual trató con mucha paciencia y cariño a su pacientita. Susy salió muy feliz de la consulta y, acercándose a su mamá tal como si fuera un secreto, le dijo al oído: ¡Mamá, él es “Caricato”!  Carmen, sonrío y soltó la carcajada, no podía dar cabida a lo que pensaba que era una ocurrencia o producto de la fiebre de su hija.

     Ese tiempo que Susy no acudió a la escuela, se la pasó haciendo dibujos de su “caricato” y de su amable doctor. Diez días después Carmen llevó nuevamente a la niña con el médico para revaloración, y antes de llegar alcanzaron a ver que éste se subía a su carro, e instintivamente lo siguieron hasta que él aparcó a dos cuadras del crucero de Araucarias, se quedaron observándolo y unos instantes después vieron salir al payaso del auto del médico.

     Susy casi pegó un brinco de alegría, en tanto, Carmen puso una cara de asombro. ¡Mamá, ya vez, te lo dije, que era “Caricato”!

     Carmen, intrigada por la conducta del médico, empezó con más frecuencia a seguirlo, así se enteró que éste acudía ciertos domingos a los mercados ambulantes a comprar juguetes, para llevarlos a la siguiente semana a algún orfanatorio, en donde después de divertir como mimo a los niños con sus chistes y canciones, se los regalaba.

     Ella, ocultándole lo que sabía de el, se propuso hacerse su amiga, ante la complacencia de la pequeña Susy. A la cual le prohibió decir su secreto.

     En poco tiempo se hicieron grandes amigos. Carmen le confesó que era educadora y madre soltera y, que la razón de su vida era la pequeña Susy.  A él, le costaba trabajo hablar sobre su vida, pues cada vez que lo intentaba hacer, un nudo en la garganta se lo impedía.

     Cierta noche en que se encontraban los dos en un Café, ella le tomó las manos al tiempo que le decía: ¡Creo que te has dado cuenta del gran cariño que te tenemos Susy y yo, y quiero que sepas que ya no insistiré en conocer tu pasado! Él, la miró con gran ternura, apretó suavemente las manos de ella entre las suyas, volteó a su alrededor como cerciorándose que no era escuchado y, empezó a decirle: ¡Gracias Carmen, yo también siento un gran cariño por ustedes dos, máxime que me recuerdan a mi difunta esposa e hija, a las cuales no he podido olvidar y, qué en dónde quiere que estén espero me perdonen! Calló un momento, se reflejó en su rostro un  rictus de dolor, estuvo a punto del sollozo y, respirando profundo, continúo hablando: ¡Recién egresado de medicina me casé con la que fue mi novia durante varios años, tuvimos una hija, nos quisimos mucho. Yo, queriendo darles un mejor futuro trabajaba dos o tres turnos diarios en diferentes hospitales, casi no estaba en casa con ellas. Mi mujer varias veces me pidió mayor tiempo para ellas dos, yo la desoía, le pedía comprensión y paciencia, diciéndole que esto no era eterno. Una noche, por estar trabajando, permití que se fueran solas en el carro a  Córdoba a ver a su mamá. No llegaron, perecieron en un fatal accidente. Al enterarme, quise morir, ellas eran mi vida. Aún no logro quitarme toda esa culpabilidad. Deje dos años sin ejercer, algunos amigos me ofrecieron apoyo psicológico, y fue así que poco a poco logré salir de ese trauma que parecía lanzarme al fondo de un abismo tan negro como mi conciencia. Por querer ofrecerles un mejor mañana, nunca les di un mejor presente. Y eso lo sigo cargando.


     Carmen, conmovida ante la confesión y con los ojos llenos de llanto, terminó de escucharlo. Y con una tenue voz que se escuchaba muy lejana y no propia de ella, le dijo: ¡Te perdonamos, sabemos todo lo que has hecho y sufrido! ¡Sé feliz! Ambos se quedaron atónitos al escuchar esa voz, esas palabras. Y tácitamente comprendieron que su relación era bendecida desde el cielo.


sábado, 9 de enero de 2016

LA POZA Y EL KÁISER Antonio Fco. Rguez. A.

“LA POZA”
Y EL "KÁISER"
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado

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Por ratos el tío Toño paraba su marcha y volteaba la cabeza atrás para ver si su anciana madre lo venía siguiendo en el trayecto de unos 2 km hacia el terreno situado a la mera entrada a Catemaco y que era conocido como “La Poza”. Él, portando el machete en la cintura y costalillas de yute, siempre se acompañaba de su fiel perro negro pastor alemán “Káiser”.

     A un costado de la entrada del terreno se encontraba un altarcito con una cruz de mediano tamaño, conocida como "La Cruz del Perdón", la cual había traído su difunto padre desde las Islas Canarias. Cada vez que mi tío era acompañado por mi abuelita “Vita”, ella se quedaba un rato rezando en el altarcito para después ayudar al hijo a recoger y meter en las costalillas las semillas de café o las variadas frutas cultivadas por la familia. Más de la mitad del terreno estaba a nivel de la carretera y había árboles de maderas preciosas como robles y cedros, y frutales como naranjos, limoneros, aguacates, zapotes mamey y domingo, nanches, jinicuiles, chagalapolis, ciruela, tamarindos, etc., además, era común observar ardillas, iguanas, garrobos, culebras, y diferentes variedades de aves, entre ellas tucanes sobre los árboles de guarumbo. Se disfrutaba del sonido emitido por los animales, así como del provocado por alguna fruta al caer sobre el suelo de hojarasca. Y obvio, los ladridos de “Káiser” y uno que otro regaño o llamada de precaución  de mi abuelita a su hijo.


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     Al terminar la planicie del terreno, a través de una pendiente se llegaba a una gran hondonada en la que se encontraba una bellísima lagunita o poza, formada por un brazo del río Grande o Catemaco, de agua fresca y cristalina, donde se  podía pescar topotes, mojarras y anguilas de agua dulce, había además, un par de nutrias, y era un deleite verlas jugando. Sobre sus  orillas otorgaban una gran sombra y suave brisa los sabinos o ahuehuetes y árboles de apompo en cuya base y raíces  sumergidas, encontrábamos ategogolos. Ocasionalmente amarrado a un árbol había una lancha de remos. Debo aclarar, que en tiempo de lluvias era muy peligroso acercarse a la orilla pues se ponía pantanoso, en una ocasión, a mis 10 años de edad, me hundí en el lodo casi hasta los hombros, afortunadamente un amigo mayor que yo me salvó jalándome con la rama de un árbol. En sí, era todo un paraíso y mi familia paterna Rodríguez Mortera era la dueña de él.

     Terminada la visita y la recolección de frutas o de semillas de café, mi tío cargaba una costalilla y dejaba otra escondida para volver pronto por ella.  Al regreso ya venían más juntos y platicando madre e hijo, acompañados por “Káiser” quien feliz por verlos unidos se metía a caminar en medio de ambos. Llegando a casa mi abuelita se iba a la cocina a preparar algo de comer o le encargaba a Galdina, su cocinera, que lo hiciera. En tanto, mi tío, tomaba un periódico o una revista y se sentaba a leer en el “poyo” del corredor de la casa, en donde además miraba pasar a la gente y se saludaba con alguna que otra persona. “Káiser" dormitaba echado a sus pies.


Mi abuelita "Vita"

     Mi tío, frisaba los 50 años de edad, era alto, robusto, de tez blanca y ojos cafés claros, siempre se mantuvo soltero, y fue el eterno compañero de mi abuela, ella tenía arriba de 70 años de edad, era una mujer de mediana estatura, de tez morena clara y ojos color café. Ella fue hija de don Francisco Mortera Sinta, último cacique porfiriano de Catemaco y había enviudado del terrateniente español Antonio Mariano Rodríguez González. Siempre muy activa, una excelente ama de casa, muy cariñosa con sus hijos y nietos.  Ahora, el “Káiser” fue regalado a mi tío desde cachorrito, y ya tenía cerca de 10 años viviendo al lado de ellos dos.


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    Era admirable ver la nobleza del “Káiser” con mi tío, no lo dejaba sólo ni a sol ni a sombra, era su ángel guardián. Únicamente en las noches, se le separaba para dormir en la terraza que daba al patio de la casa.   En la calle, así como mi tío volteaba para ver si lo seguía mi abuela, el fiel perro volteaba a ver a su dueño. Para mi tío era innecesario hablarle, entendía con los gestos y movimientos de él. Solamente se dejaba acariciar por el amo y por mí abuela.  

     Unos cinco años después, mi tío empezó a sentirse mal y se pasó cerca de 3 días sin pararse de su cama, hasta que al 4º. día, quedó completamente inerte en ella. Lo que parecía un cansancio general terminó, a decir del médico, en un infarto cardíaco. Mi abuela y el perro se quedaban solos. Al día siguiente, durante la marcha al sepelio, se escuchaban voces de condolencias, de recuerdos sobre el difunto, el llanto de la gente que lo quiso, palmadas sobre las espaldas de los familiares, y en la cara de mi abuela por primera vez en mi vida vi surcar las lágrimas desde sus ojos. Toda su fortaleza, se desvanecía ante la pérdida del único hijo que nunca, nunca dejo de estar con ella.

     En completo silencio, y con la cabeza baja como en señal de duelo “Káiser” acompañaba al cortejo detrás del féretro.

     Al bajar el ataúd al hoyo, “Káiser” lanzó un fuerte y lastimoso aullido, mi abuela no pudo más y caminó hacia él y lo abrazó, los llantos de ella y los gemidos de “Káiser” apenas eran apagados por el sepulcral ruido de los palazos de tierra que caían uno tras otro sobre la humanidad del ser más querido por ellos dos.

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     Se quebró el cuerpo y el alma de ambos. “Káiser” dejó de comer y seguido se desaparecía de la casa, mi abuela sabía a dónde iba, sacó su viejo rosario y empezó a rezar por su hijo y por él.


martes, 5 de enero de 2016

DESPEDIDA DE UN SUICIDA Antonio Fco. Rguez. A.

DESPEDIDA DE UN SUICIDA
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


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Esa mañana mientras me encontraba leyendo un libro en mi recámara, me sorprendió escuchar la voz desde la sala de mi primo hermano saludando a mi madre y preguntando por mí. Me embargó una gran alegría era uno de mis primos más queridos y admirados, y casi de mi misma edad, unos 17 años, así que dejé el libro y corrí a la sala, al vernos nos dimos un fuerte abrazo.


     Él era un tipo alto, ágil y fornido, de tez morena clara, de mirada penetrante y ojos café oscuro. Muy inteligente, de pensamientos rápidos y respuestas claras. El segundo de tres hermanos de padres maestros. Era demasiado inquieto, no se amoldaba a la rutina, después de la secundaria claudicó a la escuela; tuvo varios trabajos temporales, y  se “perdía” por semanas de la casa, ante la gran preocupación de la madre. En cambio, el hermano mayor era de los mejores estudiantes de Ingeniería de Veracruz, muy tranquilo, respetuoso e introvertido. La hermana menor, caprichosa, floja, manipuladora de los padres, nunca fue responsable en ninguna de las dos o tres carreras que sus padres le ofrecieron. Ante estos estereotipos, los padres terminaron por adorar al hijo mayor y a la hija. Encasillando al intermedio como la “Oveja negra” de la familia. Él sentía el rechazo de parte de sus padres y le dolía verse comparado con el cariño que ellos prodigaban a sus dos hermanos.


     Después del abrazo lo invité a la fuente de sodas del Parque, donde platicamos mientras escuchábamos de la rocola: Black is black, Flowers in your eyes (San Francisco nights), Get back, Michelle, y otras.


     Fuimos a buscar a unos primos nuestros sin encontrarlos. Platicando y caminando por el pueblo y a las orillas del  lago de Catemaco se nos fue el tiempo, él no pudo viajar esa noche por lo que tuvo que pernoctar en mi casa.


     Después de cenar, seguimos platicando un rato más. Fue entonces que él me preguntó: ¿Tú crees que tú mamá, mis tíos y el resto de la familia me quieran? Inmediatamente le respondí: ¡Claro que sí!  No quise preguntarle el por qué él tenía esa duda, cuando era obvio que la familia en general, aun conociendo su situación, nunca lo rechazó, ni lo hizo de menos, él era igual de querido que los demás hermanos. Momentos después, de manera inesperada,  él sacó una pistola y la encañonó en mi sien. ¿Qué harías si en este momento yo te disparara? No le mostré miedo, porque sabía que con él o sin él, no cambiaría lo que fuera a sucederme. Así que me concreté a responderle: ¡Morir…solo eso!, sonrío como quien hace una broma y guardó nuevamente el arma. Antes de acostarnos a dormir le pedí el arma, la guardé en mi ropero y le eché llave.


     Al día siguiente al despertarme, noté que mi primo se había levantado antes y se había ido. En lo primero que pensé fue en el arma, la fui a buscar y ya no se encontraba, él halló la llave y se llevó la pistola.



     Ese mismo día en la tarde, nos llegó la noticia de que en Santiago Tuxtla, Veracruz, donde trabajaba su papá y otro hijo de diferente madre, él, mí primo, se había pegado un tiro en la sien.