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lunes, 14 de noviembre de 2016

LAS BRUJAS DE CATEMACO Antonio Fco. Rguez. A.

LAS BRUJAS DE CATEMACO
Antonio Fco. Rodríguez Alvarado


  Imagen de Internet

Muchas veces creemos que las brujas no existen, que son algo así como cuentos de hadas, o fantasías inventadas por personas supersticiosas e ignorantes. Y nos reímos cuando alguien comenta conocer, o saber de, algunas de ellas.


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     La realidad supera muchas ocasiones a la fantasía.  Déjenme platicarles mi experiencia de cuando conocí la ciudad de Catemaco.  Llegué invitado por unas amigas de la Facultad de Biología que tenían familiares en este lugar. La idea era conocer la gran biodiversidad de la Región de Los Tuxtlas. Nos hospedamos en un céntrico hotel, y a la mañana siguiente comimos unos sabrosos platillos regionales en la Reserva de Nanciyaga.


Nanciyaga, imagen de Internet


     El viaje de estudio, también resulto de relajante placer. Existe una magia intrínseca en toda esa paradisiaca región. Las personas que se enteraban de nuestro objetivo se prestaron a colaborar mostrándonos sus “secretos” sobre herbolaria, ante nuestros ojos aparecían decenas de plantas medicinales, aguas terapéuticas; incluso amuletos que los protegían de todo tipo de peligros por enfermedades, accidentes y ataques de animales peligrosos.





     Llegamos con el ocaso, a una de las últimas playas del hermoso lago de Catemaco, el lugar se llama “La Margarita”. En una de las casas de madera, cerca de la playa, ya nos estaban esperando dos amables ancianas, una de las cuales era bisabuela de una de mis amigas. Antes de entrar a la casa quedamos asombrados por su jardín repleto de hermosas plantas, muchas de ellas exóticas, desconocidas para nosotros. Las ancianas nos trataron de maravilla, nos invitaron una rica cena a base de huevos fritos con cebolla, frijoles con choscholos,  chile piquín y tortillas hechas a mano.


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     De ahí nos fuimos a las cabañas de renta, apartadas para nuestra estancia. Antes de irnos a acostar, nos fuimos a caminar a la orilla del lago, viendo cómo las olas reventaban plácidamente en la arena provocando una relajante sinfonía.   La luna nos regalaba su cálido fulgor,  y las copas de los árboles se mecían ante la brisa que venía del lago. Era una noche mágica. Nos sentamos en unas canoas que estaban aparcadas sobre la playa y nos pusimos a platicar.

Foto anwarvazquez


     Un sonido nos llamó la atención, era el ulular de un búho. Seguimos platicando y el ulular se escuchaba cada vez más cerca de nosotros. En eso, distinguimos una silueta a lo lejos, era la bisabuela que al vernos platicando en la playa, se le ocurrió traernos una olla de café caliente con canela. Nos dio gusto su atención, y la invitamos a que nos platicara sobre este hermoso lugar. Ella comenzó diciendo: Hace muchos años éste lugar se llamó Mecápan ("Río de los mecates"), estaba completamente selvático, posteriormente llegaron a poblarlo un grupo de indígenas, los cuales dejaron como constancia de ellos un asentamiento en lo que ahora son unos potreros, y a la orilla del lado montañoso del lago grabaron inscripciones sobre unas piedras volcánicas (petroglifos). Muchísimos años después unos señores blancos hicieron una gran finca. La que finalmente fue comprada por un comerciante de la región, don Antonio Turrent Vásquez,  en 1899, que luego le cambio el nombre de Mecápam por el de La Margarita, por llamarse así una de sus hijas muerta apenas cumplido un año de edad. La Margarita se oculta a los ojos de Catemaco, tanto por la distancia cuanto por Tepeyaga, que forma una península.



     La bisabuela era una gran narradora, una mujer sabia. Se hizo costumbre que todas las noches llegará a invitarnos de su sabroso café orgánico con canela y que nos entretuviera con sus amenos relatos.



      La vieja bisabuela, nos contó acerca de seres sobrenaturales y de las brujas, sobre éstas nos dijo: casi todas las mujeres que están destinadas para ser brujas, empiezan desde los 14 años, a prepararse bajo la tutela de una de las más poderosas. Quien les enseña secretos sobre el comportamiento humano y sus enfermedades, así como de los animales, las plantas, los minerales y el clima.

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     Antes de los 20 años, ya se considera casi terminada su preparación. Y ellas mismas tienen que buscar el material requerido para confeccionarse su indumentaria. La capa, que está hecha de fibras vegetales marinadas con sangre de zopilotes, murciélagos, zorros y culebras. El zurcido se hace con intestinos de animales recién nacidos, preferentemente gatos.


     Una vez terminada la capa, tiene el poder de que permite volar a su dueña, y si se pone al revés la vuelve invisible. Al apretarse al cuerpo cura y cicatriza cualquier herida existente.  Tiene una capucha que le sirve de radar en la oscuridad, y de espanta rayos. Y una bolsa o marsupio en donde porta su material de uso.


     Ninguna bruja estaría completa sin su escoba. En la luna oscura, sosteniendo la escoba en la mano, solían hacer las ofrendas de búhos y serpientes a los demonios de la noche con el propósito de pedir más poder para sus conjuros.  Las pajas o ramas de la escoba las sumergían esa noche con agua tibia y extractos de ciertas plantas mágicas para hacerlas más flexibles y poderosas. Estando listas para la limpieza ritual de su espacio de trabajo, así como de protección y fertilidad. Para calmar las fuertes tormentas de viento la escoba se quemaba y sus cenizas se enterraban. La ceniza es de protección y tiene el control sobre los cuatro elementos.

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     Ah, pero además, nos dio consejos para protegernos: Para ahuyentar los malos espíritus, y a las visitas molestas hay que colocar la escoba en el umbral de la casa, de pie y con las ramas o paja hacia arriba. También sirven dos escobas cruzadas. Tiene que ser una redondeada; las escobas horizontales no poseen el mismo efecto.


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     Después de toda una semana de observación y estudio sobre la flora, la fauna y todo lo que conforma el acervo natural y cultural de esta bella región. Empezamos a despedirnos de todos los nuevos amigos que habíamos hecho.



     La más triste despedida, fue la que tuvimos que pasar con la bisabuela por quien llegamos a tener un cariño especial.  Nos hizo prometerle que regresaríamos a visitarla. Antes de irnos nos dijo: - les voy a regalar una costalilla de mi café para que no se olviden de esta vieja. Me ofrecí a subir al tapanco por él y al estar llenando la costalilla vi que colgado de un clavo en la pared estaba una capa negra con todo y capucha como la que ella había descrito bastante bien.




     Me llevé el secreto conmigo mismo, no lo comenté a nadie, incluso ni a la misma bisabuela a quien llegué a querer.



Xalapa, Ver. 07.11.16 


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